Acerca de cuidar a su mamá, habla Cecilia Arteaga
“Recuerdo a mi mamá como una persona muy inteligente, inquieta y entretenida. Una mujer que hacía de todo. No solo nos educaba y manejaba la casa; también cocinaba, era culta y muy lectora, pintaba óleo y tejía maravilloso.
Actualmente tiene 90 años y, producto de un Parkinson que le empezó a los 68, vive también con una demencia que es bien ingrata, porque es con horrores, ya que se le manifiestan cosas que le dan miedo como alucinaciones auditivas y visuales.
Al comienzo le contratamos a una cuidadora, pero con el tiempo empezamos a ver que requería de compañía y ayuda especializada 24/7. Y así funcionamos ahora. Ella sigue viviendo en la casa en que crecimos todos, una casa muy grande a la que hay que dedicarle tiempo, entonces con mis hermanos nos hemos repartido esas tareas.
Un hermano se hace cargo de las compras de almacén, otro paga las cuentas. Y así nos organizamos. Como yo soy enfermera, soy quien quedó a cargo de la salud. Es doloroso ver el deterioro progresivo de todas sus funciones. Aunque está bien, estamos advertidos de que en cualquier minuto puede olvidarse de respirar, y morir. Así de simple. Por eso es que mientras está, la tratamos de cuidar. Que esté linda, que tenga un buen corte de pelo, que tenga su piel sana, que coma rico dentro de lo que puede comer.
Cuidarla me ha dejado muchas lecciones. La primera es que esta enfermedad agrava rasgos de la personalidad que no son tan buenos. En el caso de mi mamá, la inquietud y lo llevada a sus ideas. Si no quiere abrir la boca para un remedio, simplemente no la abre.
Pero lo más importante que he aprendido es que si siembras cariño, recibes cariño. Y eso hizo ella con sus hijos, que hemos estado presentes no porque sentimos que tenemos que devolverle la mano, sino simplemente porque somos sus hijos. Ninguno se pregunta nada, solo sabemos que es lo que corresponde”.
Fotos: Constanza Miranda
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