Acerca de cuidar a una mascota, habla Cecilia Bravo.

“A Trapiel me lo encontré hace ocho años. Estaba en una veterinaria y cuando lo miré, me gustó de inmediato. Era negrito, pequeño y con sus patas blancas. Su adaptación fue bastante rápida. Lo único que le costó fue aprender a subir escaleras y ponerse arnés para salir a pasear.

Después se acostumbró y se hizo absolutamente regalón, especialmente de Raúl, mi marido, que es su papá y que lo adora. De hecho, cuando se jubiló le empezó a dedicar más tiempo y la relación se afiató. Hacían unas caminatas eternas que les servían a los dos. A Trapiel para pasear y a Raúl para mantenerse saludable.

Aunque ahora que ha pasado el tiempo los paseos son más cortos, Trapiel sabe perfecto sus horarios de salida y la ruta cotidiana. En las mañanas sale con Raúl y en la tarde lo veo yo. Me gusta hacerlo porque me saca de la rutina. A nuestros paseos no llevo ni teléfono. Me dedico solo a él y trato de estar atenta para ver hacia dónde quiere ir. Ese es su espacio.

Una vez nos dijeron que Trapiel parecía un humano. Y es que para nosotros es un “niño perro” que duerme en nuestra cama, pone caras divertidas y le encanta andar en auto. Se sube feliz y mira todo sentado por la ventana. También hace algunas maldades. Cuando salimos y lo dejamos solo se va a nuestra pieza y desarma todo. Tratamos de no enojarnos con esas cosas y tomarlas con liviandad, porque él es el alma de la casa

Es guerrero, dominante, tiene fuerza y es medio escapista: en más de alguna oportunidad se nos ha perdido. Nuestro temor es que lo atropellen o que le pase algo más grave, porque es muy choro con los perros grandes. Se tira y pelea, aunque tenga todas las de perder. Tiene muchas historias.

Nuestro perro nos ha enseñado a ser más pacientes, porque es demandante y muchas veces tenemos que acoger cosas que no son tan agradables. Pero también a ser más responsables, porque sabemos que depende de nosotros y de nuestros cuidados”.

Fotos: Constanza Miranda