Acerca de no temerle a envejecer, habla Marcela Bellemans Valenzuela.
“Ser matrona y enfermera me ha hecho no tenerle miedo ni a la vejez ni a la enfermedad. Siento que la sociedad tiene una visión muy negativa de ese momento de la vida, viendo a las personas como muy dependientes, solitarias y poco conectadas con los demás.
A mis abuelas, por ejemplo, les pasó eso. Ambas eran dueñas de casa y cuando sus hijos se fueron y ellas enviudaron, quedaron en un estado depresivo que les afectó su salud física y mental.
Afortunadamente, con los años fui teniendo otras referentes. He visto envejecer a colegas que se han jubilado y dedicado a distintas cosas. Personas que han cambiado su foco de vida dedicándose a administrar una carnicería, haciendo camisas de dormir para mujeres que amamantan o haciendo collares.
Ver esa reinvención me anima a buscar esas experiencias, más allá de finalizar mi trabajo e irme para la casa. Mientras uno tenga fuerza y esté bien de salud, hay que buscar esas actividades. Ese es el punto que hace la diferencia entre tener una visión pesimista y otra optimista.
Siempre existen temores, porque la vejez es un terreno que aún no he pisado. Me acuerdo que hubo un período donde mi mamá se fue del país por 5 años a Francia a acompañar a mi hermana por un tema laboral, y cuando volvió no le quedaban amigas vivas.
Ahora tiene 87 años, y todas las de su generación ya no están. Ese es mi temor: que mis amistades de la vida se empiecen a morir. Me asusta esa desconexión. Porque con las amigas te llamas, conversas, te enteras de la vida y te acompañas.
Me he dado cuenta de que la gente que se dedica a servir a otros es mucho más feliz que la que se queda encerrada esperando la muerte. Para mí, la idea de la vejez siempre ha sido esa: conversar con gente y disfrutar a las personas y sus historias. Y enseñar también que la vejez no es una tragedia”.
Marcela tiene 60 años y es matrona y enfermera.
Foto: Constanza Miranda
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