Acerca del cuidado de mayores en pandemia, reflexiona la kinesióloga de Situ, Bernardita Esteva

“Soy kinesióloga y trabajo en geriatría porque me enamoré de esa área. Siempre me ha gustado trabajar con personas mayores y, como me relaciono tan de cerca con ellos, es que estoy convencida de que fueron los más perjudicados con la pandemia.

Actualmente, trabajo en un establecimiento de larga estadía de adultos mayores (ELEAM) y el deterioro que he visto en muchos pacientes es increíble. El no poder salir ni hacer actividad física hizo que mucha gente se viera afectada.

Pero más allá de lo físico -que en algún momento logramos retomar-, la salud mental se vio muy afectada. Y ha sido muy marcador verlo, porque no solo hablamos de la ansiedad y depresión, que es frecuente, sino ahora también de la soledad. El aislamiento hace muy mal en términos cognitivos. Se pierde la memoria, deja de entrenarse el lenguaje, no se entablan conversaciones, no se sigue yendo a comprar el pan a la esquina ni manejando dinero. Muchas personas mayores tuvieron que dejar de hacer este tipo de actividades, y eso tiene consecuencias. No poder ir al banco a cobrar la pensión es un problema, porque es una actividad que va más allá del desplazamiento. Es algo que ayuda a mantenerse activo.

Ver lo solos que se sentían fue muy duro. Claro, no nos podíamos ver por razones obvias, pero eso no quita el sentimiento de aislamiento y abandono. ¿Cómo le explicas a una persona con demencia que no puede salir? ¿Cómo consuelas a un mayor que está triste porque su hija o hijo no lo han venido a ver? ¿Cómo le explicas que esa ausencia no se debe a que no lo quieran, sino a que no se puede?

Nosotros que somos jóvenes tenemos toda la vida por delante, pero los pacientes con los que trabajo, no. Sienten -y saben- que estos pueden ser los últimos años de su vida, y el hecho de no poder conocer a sus nietos ni estar con sus hijos, para ellos es importante. No tienen todo el tiempo del mundo”.

Fotos: Constanza Miranda